martes, 31 de enero de 2012

Maeve

Aquí os dejo un pequeño escrito. ¡Si lo acabo puede quedar muy chulo! ¡¡¡Decidme que os parece!!!

Maeve

Llevaba un buen rato rebuscando en mi bolso, estaba allí, delante del portal, buscando las llaves. La vieja puerta de madera se había ido desgastando a lo largo de los últimos años, y las marcas de una vieja hacha todavía estaban allí. ¡Inocentes! ¡Se creen que podrán entrar en la casa de una bruja! ¿Cuántas riquezas pensarán que tengo? ¡Yo! ¡Una pobre hechicera que a duras penas tiene qué comer!
   Encontré las viejas llaves y abrí aquella puerta medio podrida, en cuanto pudiera la cambiaría por una nueva. Empujé la puerta y la desatasqué. Una considerable nube de polvo salió de la casa, pero entre de todos modos. El habitual desorden que me había acompañado toda mí vida me recordó mis tiempos de gloria, en los que llegué a ser la hechicera que hoy día soy. Todos los libros de brujería estaban apilados de forma irregular, dispersos por todas las mesas, sillas y estanterías. Los tenía hasta en el suelo, abiertos de cualquier manera, llenos de apuntes y sucios de hierbas y remedios. Las telarañas estaban por todas partes, como si fuera una colonia de los desagradables arácnidos.
   Dejé mi bolsa a un lado y levante otra gran nube de polvo. Más tarde buscaría la escoba, ¡a saber dónde estaba! Una rata apareció tímida entre la montaña de papeles, seguramente después de haberse dado un buen festín. No tardarían en salir escopeteadas de allí; la casa de una bruja no es un buen lugar para ratones. Seguí adentrándome en la casa, los tablones del suelo rechinaban, pero era una pequeña compañía a la soledad de mí hogar. Los ratones comenzaron a salí, todos por la puerta principal, pero no les hice caso y subí a mi habitación. Era un cuarto estrecho y mal cuidado, a duras penas cabía una viejo camastro de paja en el centro. Lo recordaba perfectamente, todo desordenado, como era propio de mí.
   Pasé con dificultades hasta mi mesita de noche. Estaba encajada entre la cama y la pared. Parecía que el pequeño mueble fuese a explotar de un momento a otro a causa de reducido espacio en el que se encontraba. Era un mueble de madera, de pino barato. Lo compré en un mercadillo nada más llegar a este pueblo de mala muerte. Tenía un único cajón y un hueco en la parte inferior. En el hueco habían tantos libros como cupieron, apretujados en el mínimo espacio posible. El cajón estaba cerrado con llave, de modo que, con ayuda de un pequeño conjuro, aunque alguien llegase al mueble no podría abrirlo. Una de las pocas ventajas de ser una bruja.
   Desenredé un collar que llevaba puesto y le deshice el nudo. La pequeña llave calló en mi mano. Me apresuré a deshacer el hechizo y abrí el cajón. Allí estaba, justo lo que había venido a buscar. Mi varita me esperaba pacientemente, con su suave resplandor habitual.

2 comentarios:

  1. Hola me encanta el blog, yo tambien soy una apasionada de Laura Gallego y mi amiga Laila tambien... La historia parece tener un buen comienzo qué has pensado hacer con ella??? podria tener muchas salidas interesantes!! Bueno espero que no hayas dejado el blog, dado que hace mucho que no escribes nada no¿?
    Pasate si puedes por mi blog: http://www.laila-alexia.blogspot.com y comenta!!!
    Alexia(:

    ResponderEliminar
  2. Tu amiga se llama Laila???? igual que una de las protagonistas de mi libro!!!! No he abandonado el blog, pero tengo poco tiempo para acctualizarlo... :S

    ResponderEliminar